El Paro Nacional es un acto de solidaridad y lucha
Hace cuatro años que Rosa (25) trabaja en diferentes grifos de la capital. Ahora está en uno de la Av. Venezuela en la frontera entre Lima y Callao. Tiene un contrato que va renovando cada tres meses. Allí dice que debe cumplir turnos de ocho horas por un salario que es poco más del mínimo legal. Sin embargo, trabaja cerca de diez horas, pues debe cuadrar las cuentas y dejar todo en regla para el siguiente turno. Si llega tarde a su turno puede perder el jornal del día y aún así trabajar, pero a la vez, las horas extras no se las reconocen. Tampoco tiene seguro de caja, por lo que si alguien le da un billete falso o se equivoca en un vuelto, se le descuenta de su remuneración. No conoce vacaciones ni descanso médico. Ha estado atendiendo con fiebre más de una vez. Hace unos meses pasaron unos inspectores del Ministerio de Trabajo. El gerente del grifo la obligó a esconderse en los baños junto con otras chicas pero fue por poco tiempo, pues el inspector no estuvo ni diez minutos