El movimiento sindical peruano se enfrenta a Ollanta

El movimiento sindical fue uno de los actores más activos en el apoyo a la candidatura de Ollanta Humala. Las redes de activistas sindicales se movieron por todo el país, participando en coordinaciones, llenando plazas y rompiendo el cerco informativo que se cernía sobre el candidato antisistema.

Realmente no había otra opción. Los demás candidatos representaban las propuestas e ideas de la derecha tradicional. Desde el fujimorismo hasta Lourdes Flores pasando por García. Algunos analistas quieren diferenciar una derecha "bruta y achorada" de otra supuesta derecha "democrática y civilizada". No existe tal matiz. Se trata de una sutileza inventada por los periodistas de derecha para presentar una imagen limpia de la derecha peruana.

En la política peruana aparecen diferentes temas y discusiones. Predominan los escandaletes y las acusaciones. Pero los temas centrales, institucionales, ya sean los de largo plazo como los relacionados al núcleo básico de convivencia social son relegados, opacados y desvirtuados por los intereses de la prensa dominante. 

No hay una discusión realmente política sobre la conducción de la economía peruana. La receta neoliberal se ha convertido en el sentido común de una abrumadora mayoría de comentaristas económicos y políticos.  

Mucho más relegado se encuentra el tema laboral. Las normas que regulan las relaciones de trabajo siguen siendo las mismas impuestas por la dictadura fujimorista a pedido de los empresarios. Y claro, los empresarios no quieren que se cambie este orden. El Estado, a través del Ministerio de Trabajo, sigue siendo el guardián al servicio de los empresarios. Despidos ilegales de sindicalistas, hostilizaciones, huelgas declaradas ilegales, estancamiento de la negociación colectiva, discriminación antisindical y de muchos otros tipos son parte del cotidiano de los trabajadores y trabajadoras en la democracia peruana. En materia laboral, seguimos en los 90s. 

He allí la base de la unidad de la derecha peruana. En los temas relacionados al aumento de la RMV, el fortalecimiento de sindicatos, una legislación tolerante sobre huelgas y que promueva la negociación colectiva por rama, desde Aldo Mariategui, hasta Garcìa, pasando por Lourdes Flores y Keiko comparten una misma posición autoritaria y antisindical. Claro. Son la derecha empresarial.

Y el actual gobierno ha sido completamente incapaz de articular un discurso diferente. No ha tenido ni la voluntad ni la firmeza para cambiar los términos en que se relacionan empresarios y trabajadores. 

La RMV sigue siendo una de las más bajas de la región. La negociación colectiva es un privilegio de unos pocos sindicatos cuando podría ser un eficaz mecanismo de inclusión social. Los empresarios del sector de alimentos y bebidas concertan escandalosamente los aumentos sectoriales mientras impiden la formación de nuevos sindicatos.

En el sector de servicios (Jockey Plaza, Plaza vea, Prosegur) los empresarios han decidido destruir todos los sindicatos que se formen. despiden sin ningún escrúpulo a los dirigentes y afiliados al sindicato. Cada vez son más fuertes los rumores en los grandes bufetes de abogados sobre la consigna patronal de "acabar con todos los sindicatos". 

Y el Ministerio de Trabajo termina siendo una exageración lingüística. No es ministerio, pues no impone ninguna autoridad autónoma frente a la sociedad y menos frente al capital. Ni realiza trabajo alguno en la materia que le corresponde.  

El gobierno de Ollanta ha resultado un gobierno más de derecha. Un gobierno neoliberal. Un gobierno incapaz de enfrentar los problemas del país y de resolver los conflictos sociales. Toda la radicalidad del candidato antisistema, del candidato chavista, del candidato velasquista ha devenido en un conjunto irregular de programas sociales asistencialistas que como cualquier lector informado sabe, solamente son un paliativo. La inclusión social reducida a asistencialismo.  

Una mayoría de los ciudadanos rechaza estas políticas neoliberales. Entiende que las cifras macro económicas ocultan desigualdad y precariedad. Sabe que no hay clase media real cuando tienes contratos de tres meses e ingresos menores a mil dólares mensuales. 

El descontento es cada vez mayor. Y ha sido responsabilidad de la izquierda no lograr darle una expresión política viable. En este contexto, el Paro Nacional es un elemento que puede permitirnos reactivar el activismo social y los engranajes partidarios. Es también un momento concreto para la unidad de las izquierdas. Es finalmente una exigencia de definiciones con algunos personajes y grupos que se entienden de izquierdas siempre y cuando esto no implique tomar una posición clara que cuestione las fuentes del statu quo. Son la izquierda del sentido común, facebook y la foto mediática.

El movimiento sindical, con sus debilidades y problemas asume una vez más los reclamos de los explotados, las aspiraciones del lado más débil de la sociedad civil, las esperanzas de parias y marginales. El Paro Nacional es la oportunidad para cambiar la actual correlación de fuerzas. Un momento para decirle al gobierno de Ollanta que se ha quedado sólo, que los trabajadores y trabajadoras seguimos avanzando, luchando y resistiendo. 

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