La despolitización del sindicalismo peruano


El sindicalismo peruano atraviesa diversos problemas que pueden explicarse por razones internas o externas. Generalmente ponemos más atención a las carencias orgánicas del mismo o a su débil incidencia en la política nacional. Si anotamos que la tasa de afiliación sindical se encuentra en 2.8% entre la PEA asalariada del sector privado podemos entender que el actor sindical peruano atraviesa por una situación sumamente complicada. 

De los diferentes problemas que podemos identificar en el sindicalismo queremos detenernos en uno particularmente importante. Nos referimos al creciente nivel de despolitización del sindicalismo peruano. A pesar que en una primera impresión se podría pensar que el sindicalismo peruano esta fuertemente politizado e incluso radicalizado alrededor de posiciones de izquierda. 

Sin embargo, entendemos por "politización sindical" en primer lugar, la existencia de cuadros políticos partidarios involucrados en los sindicatos desarrollando acciones de proselitismo pero también de apoyo a las demandas laborales. Difundiendo la posición de los partidos políticos y debatiendo con otras posiciones políticas. En segundo lugar, supone la existencia de amplios debates políticos en donde participan las estructuras sindicales de base, intermedias y nacionales. Es decir, tanto los afiliados como los dirigentes intermedios y nacionales. Finalmente, todo lo anterior implica la movilización activa de afiliados y dirigentes en campañas que van más allá de reivindicaciones locales o sectoriales y de carácter laboral. Es decir, el sindicalismo comparte una lectura política de los problemas que le afectan y toma posición sobre toda la agenda política nacional y se moviliza ya sea para apoyar u oponerse a la misma. 

Estos tres niveles de politización se articulan y alimentan mutuamente. Una lectura en clave marxista haría referencia a la "conciencia de clase" por la cual, el resultado de esta politización sería un sujeto social que identifica claramente sus reales intereses de clase en cada coyuntura. 

Bueno, el problema es que precisamente la "politización sindical" así definida se encuentra en serio retroceso en el movimiento sindical. Si uno revisa las últimas movilizaciones sindicales que disponen de una agenda política podemos ver que se han reducido considerablemente en las dos últimas décadas. Las marchas contra el indulto han tenido una participación de sindicalistas pero se trata de grupos de dirigentes sin la presencia de sus afiliados. Sindicatos de empresa que cuentan con más de 100 afiliados están representados por media docena de dirigentes llevando una banderola. A las dirigencias sindicales les resulta cada vez más complicado animar a sus afiliados a movilizarse por causas políticas o que no los afecten directamente. En parte porque los afiliados al sindicato entienden poco o no encuentran interés en las agendas políticas de los dirigentes sindicales. 

En ese sentido, el otro elemento que se ha debilitado es el debate político dentro de los sindicatos. No se trata de que no se "hable de política", sino que "no se discute políticamente". En una vasta mayoría de sindicatos, no hay militantes de partidos y los dirigentes comparten una suerte de sentido común reivindicativo y a veces hasta contestatario. Esto coexiste con discursos y sentimientos anti políticos y más precisamente antipartidarios. Donde el rechazo es compartido tanto para la derecha como para la izquierda.   

En las organizaciones sindicales donde hay militantes de partido generalmente se trata de un único partido de izquierda. Por lo tanto, se habla de política pero no hay mayor discusión pues los cuadros partidarios no se ven obligados a discutir con otras fuerzas. El relato político se trasmite sin críticas ni observaciones a los afiliados que lo asumen con espíritu bastante resignado o instrumental. 

Las asambleas sindicales no son actualmente un espacio de discusión política, donde los voceros de diferentes tendencias, corrientes, partidos o ideologías se enfrentan en combates argumentativos y retóricos. El siglo pasado, la existencia de militantes de diferentes partidos obligaba a debates, discusiones e intercambio de ideas. La asamblea sindical se convertía así en un espacio altamente politizado. Pero lo que tenemos ahora es más bien monólogos que no entusiasman ni sirven de aprendizaje para las nuevas generaciones de sindicalistas. 

Y esto es así porque se ha reducido tanto el número partidos con presencia en los sindicatos como el número de sus militantes. Los cuadros políticos son pocos y de menos partidos. Hay un problema generacional además, pues los militantes tienden a ser los de mayor edad. 

Las causas de este proceso de despolitización son varias y complejas. Tienen que ver con los procesos de cambio en la estructura productiva del país y del mercado laboral, así como el predominio de discursos conservadores y de derecha en el escenario político. 

Para politizar el sindicalismo peruano se pueden desarrollar diferentes estrategias y campañas. Los partidos deben priorizar los espacios laborales y dedicar más activistas y cuadros. Pero esos nuevos activistas y militantes salen de la afiliación sindical. Sin más sindicalistas no tendremos más cuadros políticos entre los trabajadores.  

Una medida sencilla y que puede ser eficaz es promover los debates y discusiones políticas en las asambleas sindicales. Esto no se limita a hablar de política, es decir, a escuchar a una persona dictar una charla. La curiosidad política se fomenta a partir de la confrontación de ideas y no de los discursos interminables y aburridos. 

Para lograr esto, los sindicatos deberían recuperar la participación de "delegados fraternos" en los espacios sindicales. En el siglo pasado, en cada asamblea de base, sectorial o en la nacional participaban "delegados fraternos", es decir, con derecho a voz pero sin voto (esto es importante). Las convocatorias señalaban el número de delegados plenos y fraternos que correspondian por cada base sindical. Un sindicato de empresa podía acreditar por ejemplo, 5 delegados plenos y dos fraternos. Cuando había que hacer alguna votación solamente participaban los delegados plenos. Para hacer más sencillo esto, se entregaban credenciales de diferente color. 

Los delegados fraternos generalmente eran cuadros partidarios (estudiantiles, profesionales o sindicales) que tenían un mayor nivel político y cuyo objetivo era presentar el punto de vista de la agrupación política  sobre la agenda sindical que se discutía. 

De esta manera, los cuadros políticos podían asistir a las asambleas y tomar la palabra, presentar sus puntos de vista y enriquecer el debate. Cada organización política trataba de llevar a sus mejores oradores, a sus más experimentados agitadores para salir airosos en las disputas verbales. 

Recuerdo asambleas donde las discusiones entre troskistas, moscovitas, maoístas, apristas, socialistas eran lo más esperado de la noche. Los trabajadores escuchaban y se inclinaban con aplausos por uno u otro orador. Cada grupo tenía su particular estilo y sus temas favoritos. La agenda sindical se enriquecía con estos intercambios de ideas y propuestas. De esta manera, cualquier asamblea sindical se convierte en una escuela política para los trabajadores y trabajadoras. 

En teoría esto no debería requerir nada más que voluntad política, pues todas las asambleas permiten en sus estatutos o reglamentos la participación de "delegados fraternos". Esta es una de las buenas costumbres del viejo sindicalismo que se perdió en los 90 y que debería regresar urgentemente. 

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