Pedro Huilca Tecse. A 19 años de su asesinato.



Hace 19 años fue asesinado Pedro Huilca Tecse. Dirigente sindical y militante comunista. Padre de famlia y compañero trabajador.  Hoy tenemos claro que sus asesinos no lograron su real objetivo. Fujimori, Montesinos y  el grupo Colina pensaban que destruyendo la vida de Pedro podrían acabar con el sindicalismo de clase en el país. No lo lograron.

¿Qué hace que un dirigente ponga en riesgo su vida por los ideales que defiende? Sinceramente, no lo sé. Hace un tiempo gracias al maestro López Bulla aprendí que un buen dirigente sindical es aquel que pone la cara por los demás aun sabiendo que te la van a romper.

Y eso hizo Pedro Huilca. Tal vez los más jóvenes no lo recuerden lo suficiente -y es nuestro error que no lo hagan-, tal vez a los mas viejos les duela recordarlo, pero el sacrificio de Pedro es una de las mas clara pruebas del compromiso del sindicalismo peruano con la justicia, con la democracia y con la honestidad.

En 1992 el Perú era muy distinto. La violencia política y la ruptura del orden democrático a manos de un caudillo que se presento como una alternativa y termino siendo lo peor de siempre, marcaban la crisis de la sociedad peruana. La burguesía recuperada después del paréntesis velasquista trataba de imponer las politicas neoliberales. Uno de sus mayores obstáculos era el movimiento sindical construido en los 70s, que si bien tenia sus problemas y dificultades representaba una fuerza organizada y critica.

El 5 de abril de 1992, Fujimori cierra el congreso y termina con las formas democráticas. Las clases medias permanecen inmoviles esperando a ver que hace el caudillo. Los trabajadores organizados se preparan para el nuevo periodo de lucha de clases que se avecina. Pedro anuncia la formación de un gran frente sindical y popular para enfrentar a la dictadura y a las politicas neoliberales.

Eran tiempos de dictadura, cuando muchos callaron y empezaba el largo camino de acomodarse al nuevo lenguaje de los 90s y de la crisis de la izquierda. Para nadie era un secreto que la vida de Pedro corría peligro. Tanto Sendero Luminoso como el gobierno fujimorista lo veían como un enemigo, simplemente por representar los intereses de los asalariados y demás sectores populares.

Pero Pedro nunca dudó. Siempre puso la cara por todos nosotros. Por los de entonces y por los que vinieron después. El 18 de diciembre de 1992 fue asesinado por agentes del Estado Peruano a órdenes de Fujimori y Montesinos.

Cada vez que formamos un nuevo sindicato, cada vez que se aglomeran los trabajadores y trabajadoras, con sus rostros jóvenes, a veces temerosos, a veces decididos, cada vez que aceptan ser dirigentes sindicales, les hablamos de Pedro. Siempre. 

Siempre lo hacemos. Les hablamos de su ejemplo y compromiso. De cómo sí es posible poner la cara por los demás y vivir una vida llena de sentido. De cómo su sacrificio no fue en vano. Si hoy tenemos algo llamado democracia, si hoy podemos reunirnos en asambleas sindicales y presentar pliegos, si podemos ser sindicalistas sin temor a dejar en la orfandad a nuestros hijos es porque Pedro y otros junto a él, lo han hecho posible.  

Por todo eso, gracias Pedro. Por siempre, gracias. 


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