¿Nos odian por obreros o por serranos?

Hay un debate interesante sobre el racismo entre Jorge Bruce y Martin Tanaka. Podemos seguirlo en estos enlaces, entre otros:

Uterodemarita.com

Racismo101

Instituto de Estudios Peruanos

El Blog del Morsa

Virtú y Fortuna

El racismo es un tema complicado y a la vez necesario en cualquier intento por entender cómo (dis)funciona nuestra sociedad. Si bien, no me parece pertinente meterme en honduras ajenas a los temas de este blog, no podemos olvidar que un espacio de interacción social fundamental es la empresa. En la misma, trabajadores y empresarios se encuentran no sólo para comprar y vender fuerza de trabajo. Crean identidades, relaciones, sensibilidades y discursos. En los 80s se discutía mucho acerca de la consistencia de dicho espacio o de su capacidad para articular alrededor a las demás identidades sociales, pero más allá de cualquier debate, cuando alguien pasa más de diez horas (si pues, eso de las 8 horas es un mito) reunido con otras personas, es inevitable una impronta.

La empresa por los menos en el Perú, es un espacio de conflicto y poder. Las imágenes asépticas que promocionan todos los gobiernos sobre empresas modernas son generalmente elaboraciones ad hoc antes que reflejo de alguna realidad más o menos verificable.

En general, las relaciones de los trabajadores con los empresarios son complejas. Distancias, jerarquías, y dobles discursos; lealtades monolíticas junto con individualismos egoístas. En general, no sería exagerado afirmar que la empresa peruana como espacio social es un ambiente básicamente feudal. No existe ciudadanía dentro de sus muros. Los trabajadores en general son vistos como un mal necesario. Si uno revisa la legislación laboral y las licencias que tienen los empresarios para despedir, escamotear derechos, impedir la formación de sindicatos, prolongar ad nauseam las negociaciones colectivas, y luego consideramos que el marco jurídico es una expresión de las conductas sociales aceptadas, podemos afirmar que en la sociedad peruana resulta socialmente válido que los empresarios abusen de trabajadores y trabajadoras.

Los empresarios regulan la vida de los trabajadores y ellos pueden murmurar su encono o ser felices según su gusto. Pero cada vez que deciden formar un sindicato, la frase que más se escucha en las oficinas de recursos humanos o relaciones laborales es “cholos de mierda”. Hace un par de años, una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Sindicales de la CGTP a cerca de dos mil afiliados indago sobre diferentes temas del mundo laboral y sindical. Una de las preguntas era sobre los principales problemas en el centro laboral. En segundo lugar, luego de los bajos salarios, los sindicalistas señalaban los “malos tratos”. Si para trabajadores que disponen de una organización sindical, el mal trato sigue siendo un problema, no es difícil imaginar como será la situación en aquellos lugares donde no existe sindicato.





Diferencias de estilos, liderazgos e ideológicas pero no étnicas.





Esto es así, entre otras razones, porque empresarios y trabajadores no se reconocen como parte de ningún colectivo común. Son como dos mundos aparte. En otras sociedades, entiendo que existen espacios de encuentro más allá de las diferencias de clase. Fuera del horario de trabajo la jerarquía fabril termina. ¿Por qué razón aquí no es posible dejar las diferencias de clase en el terreno económico? Es probablemente porque el racismo de los empresarios nativos cumple un rol central en la construcción de una “identidad burguesa”.

Sin embargo, entre los trabajadores la situación es diferente. En los estudios de identidad sindical previos a los 80s era una idea extendida que el proceso por el cual se consolida el discurso clasista permitió crear una identidad por encima de las diferencias tradicionales entre andinos, criollos y afrodescendientes. El “clasismo” es entonces un discurso integrador y democratizante. Líderes como Isidoro Gamarra, Pedro Huillca, Valetin Pacho, coexisten sin problemas con José Luis Risco, Mario Huamán, Luís López Chau o Juan José Gorritti. Múltiples tradiciones culturales y rasgos étnicos se encuentran como iguales en el sindicalismo. Obviamente, existen diferencias y conflictos, pero lo central aquí es que el sindicato es uno de los pocos espacios populares –y nacionales- que es multiétnico en su composición y dirección.

Comentarios

  1. Si bien los clásicos marxistas no realizaron un estudio cabal del tema de las razas y el racismo, tras la muerte de Marx y Engels hubo una amplia discusión sobre el tema de las nacionalidades, que fue una de las divergencias teóricas más importantes entre socialdemócratas y bolcheviques.

    La posición de los bolcheviques sobre el punto fue sistematizada por Stalin en "Marxismo y cuestión nacional". Vale la pena revisarlo, pues fue una de las bases teóricas de la discusión entre Heraclio Bonilla y Nelson Manrique a propósito de nuestra identidad nacional. Lean sin temor, que el stalinismo no es contagioso.

    Durante mucho tiempo, y a despecho de la claridad con que Mariátegui trató el tema del indio -ojo, del indio, no de las razas; sobre los afrodescendientes y los asiáticos el buen JCM escribió verdaderas barbaridades-, el tema no fue mayormente desarrollado por la intelectualidad de izquierda, por lo menos hasta que Alberto Flores Galindo publicó "República sin ciudadanos".

    El tema vuelve a cobrar particular vigencia ahora que los principales afectados por las actividades extractivas son los pueblos indígenas, que el Estado asume públicamente como doctrina el discurso racista del "perro del hortelano" y que algunos intelectuales temerarios -como el teórico marxiano Guillermo Rcochabrún- niegan la existencia del racismo. Espero que el polemizar nos lleve a una mejor comprensión del tema.

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