¿Una quinta central? Confundidos y engañados

“Somos todavía pocos para dividirnos”
Cada cierto tiempo, un mismo rumor aparece y reaparece en la escena sindical: la formación de una nueva central sindical. Cada cierto tiempo, pequeños grupos de sindicatos reviven el sueño de “la central propia” como una forma de resolver los problemas que atraviesa el sindicalismo peruano. Lo que podría ser un tema para una discusión franca, seria y abierta se convierte simplemente en un rumor de pasillo, en un comentario sin rostro.

Para nadie es un secreto que el sindicalismo peruano en su conjunto atraviesa una difícil situación. Por un lado enfrenta la constante acción del empresariado y el gobierno de turno, amparados en el orden legal de la dictadura fujimorista que sigue vigente luego de casi 15 años de ser derrocado.

En estos momentos alrededor de media docena de sindicatos vienen desarrollando huelgas legales  que duran más de 30 días. Se trata de casi 5000 mil familias obreras sin ingresos durante cuatro semanas. La oposición de los empresarios a negociar de buena fe no se explica por razones económicas. Se trata de una estrategia cuyo objetivo es derrotar al sector más combativo del sindicalismo. Se trata de debilitar la estructura de las organizaciones sindicales industriales. Los empresarios peruanos quieren demostrar que los sindicatos y las huelgas no son métodos viables para la recuperación de los ingresos. Para lograr esto han movilizado una suerte de “santa alianza del capital” que reúne a grandes empresas, medios de comunicación, parlamentarios y altos funcionarios del gobierno. Es más que un lobby parlamentario, se trata de una red que defiende los intereses de las empresas. 

Para nadie es un secreto, que la lucha de clases en el Perú, la vienen ganando los empresarios desde 1992. Ciertamente, el sindicalismo ha obtenido logros, algunos importantes, pero el orden normativo de las relaciones laborales lo sigue imponiendo el capital y no existen garantías para el ejercicio de la libertad sindical en el país.

A esto deben sumarse los problemas propios del movimiento sindical. Seguimos siendo un movimiento de reducida afiliación, escasos recursos y serias distorsiones con respecto al mercado laboral. La tasa de afiliación sindical no logra pasar del 6% en el sector privado. La participación de las mujeres en promedios generales no va más allá del 15% y la de los jóvenes es similar. Es cierto que estas cifras han venido recuperándose lentamente en la última década. En parte por esa recuperación es que los empresarios han articulado una oposición más efectiva.  

La poca densidad sindical va aparejada con una distribución irregular en el mercado laboral. La economía peruana siendo primario exportadora, ha desarrollado un amplio sector de servicios y comercio, junto a un consistente núcleo de industrias que atienden el mercado nacional y tratan de articularse al global. En los nuevos sectores la presencia sindical es aún débil, por ejemplo en agroindustria donde a pesar de las duras condiciones de trabajo e ingresos no logramos desarrollar un amplio y fuerte sindicalismo entre los asalariados rurales.

En el sector comercio, que comprende desde formas de autoempleo y pequeños establecimientos hasta las grandes cadenas de supermercados y tiendas por departamentos, el sindicalismo es débil y prácticamente “testimonial”. Es decir, hay sindicatos pero su capacidad real para negociar colectivamente es mínima cuando no inexistente. Se limitan a la defensa individual de los asociados y a judicializar algunos casos. Más allá de los esfuerzos encomiables que desarrollan algunos sindicatos los resultados son escasos y limitados.

El panorama se completa el debilitamiento de la identidad sindical clasista. En la vieja jerga eso se llamaba “desideologización”, es decir, un proceso por el cual los referentes simbólicos, de valores, iconos culturales de los sujetos sociales entran en cuestión y son reemplazados por los valores o símbolos de otros sujetos sociales. Los “nuevos sindicalistas” tienen una mirada más local, reducida y corporativa del problema laboral. La acción política es vista con desconfianza y la militancia partidaria es rechazada por ellos.

En los últimos años se ha formado un pequeño grupo de sindicatos “independientes” que con un discurso confuso que combina elementos del radicalismo con el econocimismo corporativo viene lanzando la idea de formar una quinta central sindical. 

Estos compañeros deberían conocer a Mariategui en una de sus frases favoritas: “Somos todavía pocos para dividirnos”. Y de eso se trata. La situación del movimiento sindical es muy grave y el escenario próximo sumamente complejo. La derecha empresarial viene librando una de sus más intensas ofensivas. La izquierda enredada en sus propias piernas sigue inmovilizada. ¿Y algunos pretenden resolver esto dividiendo aún más al sindicalismo?

El sindicalismo peruano requiere más liderazgos, mayor participación de mujeres y jóvenes trabajadores, estructuras eficaces, economía autosostenida, mecanismos de representación eficientes. Necesitamos más debate ideológico y programático. Más compromiso y valores. Y todo esto se puede hacer dentro de la central sindical mariateguista, no desde fuera.

Dividir al sindicalismo ha sido el sueño permanente del  empresariado y el resultado de las acciones de confundidos y engañados dentro del propio sindicalismo.

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