Oportunismo de derecha y de izquierda


Debe haber sido hace unos tres años o tal vez más cuando participé en una reunión política con Vladimir Cerrón. Un dirigente de mi partido había propiciado el encuentro con demasiado entusiasmo para mi gusto. La reunión se desarrolló con la formalidad propia de los viejos partidos comunistas. No recuerdo nada concreto como resultado, más allá de las habituales promesas de unidad.

Lo que si me llamó la atención fue la aparente sintonía que se esforzaba en demostrar Cerrón con nuestra organización. Rememoraba su estadía en Cuba y sus fuertes lazos con los camaradas cubanos. Se esforzaba por utilizar todos los clichés y modismos habituales en la izquierda comunista. Tanta condescendencia me pareció fingida. Más aún porque no la entendía. Un grupo que ya cuenta con registro electoral suele ser más bien soberbio y distante, especialmente en la izquierda local.

En todo caso, la anécdota quedó allí. Un candidato presidencial que poco menos nos prometía inscribirse en el partido y regalarnos su registro electoral.

Ahora leo un texto que el mismo personaje ha escrito para explicar su alianza con Ricardo Belmont y lo que era suspicacia se convierte en certeza. A mis lectores no tengo necesidad de explicar quién es Ricardo Belmont y qué representa en la política peruana. Tampoco hay que ser muy viejo para recordarlo. En todo caso, basta señalar que fue en nuestro país, el primer político con un discurso anti-político. El segundo fue Fujimori.  Ambos comparten una especial predilección por las ideas de derecha, las alusiones populistas y el dinero de los demás. 

Cerrón es líder de "Perú Libre", una agrupación política ubicada en lo que se conoce como el radicalismo de izquierda y que al parecer supone una fuerte distorsión de la realidad. Ha establecido como digo, una alianza política para las elecciones municipales con la agrupación de Ricardo Belmont, que se postula para alcalde en la ciudad de Lima. 

Para explicar esta curiosa alianza se presenta un texto en el portal de su agrupación política que no tiene desperdicio y merece estar en el libro de "Las explicaciones más inverosímiles para justificar los despropósitos más grandes". Veamos algunas partes. 

Cerrón narra sus primeros encuentros con Belmont:
Conversamos un año antes para llevar el proyecto de la candidatura y el fortalecimiento del partido en la capital. Me manifestó que si un partido no logra la presencia en Lima, su repercusión política sería débil por más revolucionarias propuestas que tuviera, me dijo que ideas brillantes todos la teníamos, el asunto era cómo “vender” esas ideas. Tenía mucha razón y convalidé sus apreciaciones con las frases de Vladimir Putin: “Si quieres conquistar Rusia, tienes que ir a Moscú”, recogidas del libro de Peter Truscott. 
En este caso, la idea que trata de "vender" Cerrón es que Belmont es un reflexivo estratega político. La comparación con Putin es el inicio de un aggiornamento para que su radical militancia atraque la alianza sin mayores arcadas. 
Sus condiciones nos caían como llave en una cerradura, pues no nos interesaban sus bienes que pudiera tener, sino su pedagogía política, su forma crítica, directa y sustentada de la realidad peruana bajo la lupa de un hombre experimentado en la materia.
¿Imaginan a Belmont en una escuelita política de la izquierda peruana explicando su visión sustentada de la realidad peruana? Algo tan bizarro como proponer a Cipriani para dictar charlas en #NiUnaMenos. 
Intercambiamos libros, autoría intelectual de cada uno de nosotros y nos fuimos conociendo cada vez más, antes de hacer pública nuestra fusión.
Por que claro, las reuniones no eran entre operadores de marcas políticas dispuestos a mantenerse cerca a alguna cuota de poder. Se trataba de dos preocupados intelectuales que comparten lecturas antes de fusionarse cual valientes sayayines. 
Estoy convencido de que la postura adoptada por Belmont, ya es una postura de izquierda, es más, él mismo me lo ha dicho que dentro de su propia familia y entorno muy cercano está considerado como una especie de comunista incomprendido. Estoy seguro que esta postura es lo que lo mantiene como un hombre en el alma popular.
Probablemente no hay mucho material para convertir a un viejo improvisado de la antipolítica en un aliado revolucionario. Lo adecuado es inventar alguna categoría ambigua, líquida, es decir adaptable a cualquier circunstancia: "comunista incomprendido"

Como es conocido otros "comunistas incomprendidos" han sido Roque Benavides, Dionisio Romero, Alberto Fujimori, Alan García, Martha Chavez y afuera tenemos a Donald Trump y cualquier dictador centroamericano. 
También estoy seguro que convalidó que estábamos distanciados de la caviarada o el tráfico de la vieja izquierda. Algunas veces tuvo la tolerancia pertinente para soportar mi léxico marxista, que sé que no es del agrado de él.
Al líder revolucionario no le gusta el tráfico de la vieja izquierda ni lo que llama "caviarada" término que sin duda también utiliza su nuevo fusionado.  Lo suyo es transitar por las vías libres de principios de la derecha anti-política. 
Luego de conversaciones con su equipo técnico y el nuestro, decidimos dar pase a la alianza, término que personalmente no me gustaba y le sugerí cambiarlo por el vocablo unidad, que suena más cristalino.
Y claro, si se trata de la alianza de un comunista incomprendido con un oportunista incomprendido lo adecuado es un proceso de unidad. Con lo cual, la palabra "unidad" ha quedado completamente arrollada y termina pareciéndose al término "componenda". 
Belmont me ha dicho que esta es su última participación política en su vida, pero yo no le creo, sé que tiene para más, porque hombres como él, pese a su status de marqués, pero con humildad de obrero, tienen el derecho de seguir trascendiendo en la historia.
Para Cerrón, Belmont trasciende en la historia. Después de leer lo anterior ya no quedan fuerzas para reir, sin embargo probablemente tenga razón, pues cuando se estudian los factores y actores del colosal descalabro nacional, el hermanón tiene algunas responsabilidades bastantes claras. 

Además, ¿de dónde saca la idea que la humildad es una virtud de la clase obrera? Un sesgo clasista adquirido probablemente entre tantas fusiones con el patriarca de los outsiders, advenedizos y antipolíticos locales. 

Finalmente, y dejando de lado lo humorístico de la anécdota, es lógico y normal que en la izquierda peruana existan diferentes tendencias y miradas. Que se desarrollen posiciones más contestatarias y radicales es casi esperable en un país de crecimiento tan desigual. Esas posiciones coexisten con visiones más atemperadas de la izquierda. Lo ideal sería que conversen y discutan para eventualmente encontrar temas que proponer o defender de manera conjunta. 

Pero, definitivamente no se construye izquierda y menos una izquierda radical formando una alianza electoral con un clarísimo representante de la derecha conservadora y anti política. Belmont no tiene un sólo registro jugando en nuestro lado. Ni en el pasado, ni ahora. Su "populismo" significa masas desorganizadas, verticalidad del caudillo, política sin rendición de cuentas. Su discurso actual busca sintonizar con lo más retrógrado, oscurantista, patriarcal y xenófobo que hay en el escenario político confiando que esas mismas pulsiones habitan en los sectores populares. 

¿Puede ganar la elección municipal de Lima? Tal vez. Pero como ya más de dos décadas nos han enseñado, ganar elecciones no supone acumular políticamente de manera automática. Ni siquiera la izquierda más bersteiniana del mundo podría aceptar cualquier alianza con tal de sentar algunos concejales.  

El resultado de esta "alianza" no sirve para acumular fuerzas, para mejorar el debate político o la conciencia de clase de la ciudadanía. Ni siquiera sirve para debilitar al fujimorismo. Belmont es tan inmune al fujimorismo como la CONFIEP. Es decir, nada. 

Pretender enrojecer a un viejo caudillo conservador para convertir simple oportunismo en una jugada de ajedrez es perder la brújula política, si es que alguna vez se tuvo. 





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