Sobre democracias y dictaduras. Un aporte a la discusión entre los compañeros Pedro Francke y Arturo Ayala del Rio.

Un interesante debate entre los compañeros Pedro Francke y Arturo Ayala del Rio sobre la renovación de liderazgos y la continuidad de algunas ideas se viene desarrollando en nuestro Frente Amplio. Me permito participar con algunas observaciones modestas siempre, con el ánimo de contribuir a la discusión de ideas.

Todo empieza con un artículo provocador de Pedro donde señala la necesidad de cambiar algunas ideas, conceptos y tradiciones en la izquierda local. Es interesante que este ánimo renovador tenga el énfasis en aquellas ideas más cercanas al marxismo. La propuesta de Pedro parte por una crítica al concepto de “dictadura del proletariado”. Para ello refiere algunos de los pasajes más terribles de la experiencia socialista china y rusa del siglo pasado.

En este esfuerzo llama la atención, en primer lugar, que utilice esos hechos para demostrar la supuesta inviabilidad del concepto. En sentido estricto, la tradición marxista no reconoce como “dictadura del proletariado” ni al Salto Adelante de Mao ni al ejercicio del stalinismo en Rusia. Hasta donde recuerdo, sin tener los 37 años de militancia que señala Pedro, las experiencias socialistas de China y Mao han sido entendidas como “capitalismo de estado”, “estados obreros deformados”, “culto a la personalidad”, “bonapartismos”, “despotismo hidráulico” entre varios otros términos a debatir.

Difícilmente existen partidos o intelectuales marxistas que asuman esos periodos históricos como la “dictadura del proletariado” en el sentido que tenía Marx del mismo. En la Unión Soviética misma solamente se habló de “dictadura del proletariado” hasta inicios de 1918 cuando empieza el "comunismo de guerra" y de allí a la NEP.

Para muchos que a diferencia de Pedro, seguimos siendo marxistas a la fecha, el concepto de "dictadura del proletariado" sigue siendo una útil herramienta teórica que nos permite ilustrar la tensa relación entre estructura económica y régimen político.

En segundo lugar, llama nuevamente la atención que a diferencia de las principales corrientes de izquierda en la actualidad, la crítica de Pedro a los errores económicos y los aspectos totalitarios de las experiencia socialistas señaladas, lo deslicen a las filas del pensamiento liberal, antes que a reafirmar una teoría socialista. En sencillo, la critica de Pedro termina afirmando los valores del liberalismo antes que los del socialismo.

Obviamente hacer esto es una opción válida y digna de respeto. El pensamiento “liberal de izquierdas” es un aporte interesante y ciertamente muy de moda en algunos círculos sociales. Pero otorga prioridades diferentes a las de la tradición socialista. La "democracia" que defiende Pedro aparece como un concepto único, homogéneo y universal. Es una democracia sin apellidos, pasteurizada, inocua.

Allí, es donde el marxismo sigue explicando las cosas. Entre la "democracia burguesa", la teoría marxista propone la "dictadura del proletariado". La figura literaria que se permite el viejo de Treveris busca denotar la contradicción que supone un régimen de dominación de una clase bajo el membrete de "democracia"

El concepto de dictadura del proletariado es una manera de subrayar un tema ausente en la reflexión de Pedro: el poder popular. Poder entendido como expresión de contrapropuesta al poder de una minoría. De esta manera al asumir de manera acrítica los valores del liberalismo progresista, perdemos lo mejor de la crítica a los limites, claroscuros y deformaciones de la democracia en el capitalismo.

Terminamos así defendiendo una “democracia” que no existe en la realidad en nombre de una crítica al "socialismo real". Más liberales que nuestros liberales.

Pero claro, este constructo teórico no logra sostenerse en sociedades como las nuestras. Por ejemplo, el comunicado de TyL sobre Venezuela condena de manera enérgica a “los poderes fácticos” que propugnan un golpe en dicho país. ¿Qué son en buena cuenta esos poderes fácticos? ¿Cómo puede explicarse su existencia en una sociedad democrática? Precisamente, el concepto de “poder fáctico” es un complemento conceptual para parchar la teoría democrática liberal.

Es tan útil dicho concepto que en el caso peruano, tenemos que aludirlo a cada tanto, si no queremos perdernos en el análisis político naif. El peligro es terminar siendo una izquierda que se limita a reivindicar la "democracia" a secas, la visión reducida de “gobierno de mayorías y respeto a las minorias”. ¿Hasta allí podemos llegar?

Tengo la impresión, y entiendo modestamente que al igual que Mariategui en su tiempo y Enrique Castilla, Pedro Huilca, Maria Elena Moyano y tantos otros como ellos, que las inequidades económicas, sociales y de poder de nuestro país no se han resuelto ni se resuelven en el marco de la democracia que ha construido la burguesía desde el inicio de nuestra república.

Estaremos de acuerdo con Pedro Francke que esto no es “democracia” a secas. Es como señala Cecilia Mendez con harta lucidez una “república empresarial”. Es la democracia de los burgueses. Y frente a esa democracia de la burguesía, de los poderosos, de las trasnacionales extractivistas, la izquierda necesita ponerle apellido a la democracia que queremos construir.


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