En rol de la izquierda en la coyuntura

La escena electoral se mueve muy rápido, como ocurre generalmente en nuestra sociedad. Hace dos meses parecía casi imposible el actual empate entre tres candidatos. La mayoría de los analistas daba por sentado el triunfo de Toledo o en menor medida de algún otro candidato de la derecha. La figura de PPK resultaba pintoresca y no más, mientras que Ollanta parecía en la etapa final de su ciclo político. Sin embargo, ahora las encuestadoras presentan un panorama muy diferente. Con Ollanta encabezando las encuestas por un estrecho margen frente a Toledo y Fujimori, mientras que Castañeda va cayendo y PPK sigue creciendo. La diferencia es muy pequeña en términos estadísticos por lo que se habla de un triple empate.


La estrategia de Ollanta ha sido bastante clara. Conformar un frente muy amplio con un programa muy cercano a la izquierda, mientras la campaña y los mensajes al gran público son más bien de centro. De manera paralela, la excesiva confianza de los candidatos de derecha los ha hecho caer en diferentes errores que ha venido a minar sus preferencias.

De esta manera, la derecha ha señalado la necesidad de “mantener el modelo” mientras hace énfasis en el crecimiento y los supuestos éxitos del programa neolibneral. El problema es que este acto de fe ya no tiene muchos creyentes. El principal error de la derecha ha sido creer que “centro” y “derecha” son lo mismo. O más precisamente que el rechazo al modelo se circunscribe a los que salen a protestar a las calles. Y al parecer, no es así.

Un sector importante del electorado de Lima, bien puede desconfiar de los extremos y no participar en marchas o movilizaciones, pero a la vez, entiende que el actual modelo económico no le beneficia directamente. Mientras tanto, Ollanta ha logrado desdibujar la imagen de extremista y con diferentes declaraciones se ha movido al centro político. Su reunión con Cipriani es parte de este proceso de aggiornamento. Una parte de la izquierda ha mostrado sus reparos a estos cambios mientras otra parte guarda oportuno silencio, esperando ver los resultados electorales.

El crecimiento de Ollanta se puede explicar entonces, por dicho movimiento hacia el centro, más allá de su programa. Este desfase entre discurso y programa no es extraño en la política peruana, pero deja la obligada pregunta sobre que va a primar en un hipotético gobierno nacionalista. Como izquierda, es aún temprano para imaginar escenarios triunfalistas. En Lima, Ollanta registra en la última encuesta de Ipsos Apoyo un 17% mientras que la intención de voto en bancada parlamentaria para Lima muestra un 9% en la misma encuesta. Casi la mitad de las preferencias se pierden al pasar del voto presidencial al voto parlamentario. Al parecer, los candidatos al parlamento no están comunicando bien su mensaje.

Asimismo, debemos entender que el crecimiento en intención de voto solamente representa una adhesión muy superficial entre la ciudadanía. La hipótesis del triunfo en primera vuelta es muy lejana aún, mientras que una derrota en segunda vuelta resulta más probable. Pero todo depende de las próximas semanas.

Ciertamente, la ciudadanía no esta viviendo un periodo de radicalización como algunos creen. El crecimiento de Ollanta es el resultado de una estrategia que ha buscado presentarlo como un moderado crítico al actual sistema. Sensible a los temas de la redistribución pero dispuesto a dar todas las garantías a los empresarios. Y aquí es donde la izquierda tiene un rol importante. Se trata de politizar este tibio descontento. Se trata de explicar las limitaciones reales del modelo económico y lo inútil de las medidas paliativas. Es pues el momento de señalar las deficiencias, errores y vacíos del programa neoliberal. Las críticas al modelo, a los bajos salarios, a la desprotección social, al abuso de las empresas, a las privatizaciones fraudulentas, a las violaciones a los derechos humanos son temas que deben aparecer más y más en el discurso electoral.

En una campaña electoral, el objetivo de la izquierda, o más precisamente de los comunistas, es lograr que los ciudadanos voten desde lo que se llamaba antes “una posición de clase”. Es decir, que los trabajadores decidan sus opciones pensando como “trabajadores” y no desde otra identidad. Y todo esto es perfectamente factible. No es una tarea sencilla pero como ya hemos señalado, para los comunistas resulta estratégico avanzar en este línea. implica, en términos generales tres ejes de acción política.

Un primer eje consiste en identificar con claridad los intereses de clase de los trabajadores y alrededor de los mismos, construir una propuesta electoral. Como ya hemos señalado, los candidatos al parlamento de nuestra organización, debería de levantar estas banderas y hacerlas lo más radical posibles. A diferencia de la candidatura presidencial, en la representación parlamentaria se requiere de un mensaje directo y claro, que nos diferencie de los demás candidatos.

Un segundo eje es presentarnos como lo que somos: comunistas. Hay una idea que va circulando por ciertos espacios, que señala que la imagen de los comunistas esta muy desprestigiada y que es mejor “disimular” es decir, atenuar nuestra identidad. Hasta el momento, eso no ha dado ningún resultado ni electoral ni político.

Por el contrario, el ya mayor candidato Javier Diez Canseco, ha perfilado una campaña modesta en recursos pero con reclamos muy concretos y radicales que le ha permitido recuperar un espacio que ya había perdido. Los candidatos del partido, deberían de aparecer como “comunistas” públicamente. Así, golpeamos los prejuicios de la prensa de derechas y educamos a la ciudadanía políticamente. Electoralmente no perdemos absolutamente nada.

Finalmente, el tercer eje es el apoyo crítico a la campaña de Ollanta. El viejo concepto de “apoyo crítico” significa precisamente dar sustento a las acciones que se desarrollen desde una perspectiva popular, progresista y de izquierda. Aquellas reivindicaciones que signifiquen mayor libertad y poder para los sectores populares. Lo ocurrido con Cipriani debe ser rechazado por la izquierda, porque más allá de la lógica electoral, no podemos mirar a otro lado en el tema del estado laico y los derechos y libertades individuales.

Los tres ejes buscan construir las redes sociales -en el mundo real- que pueden hacer posible no sólo una campaña electoral exitosa, sino también -y más importante- un gobierno de izquierda. No debemos olvidar, que finalmente, sin poder popular, no hay gobierno popular.

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